sábado, 20 de julio de 2019

Uruguay. Gerardo Gadea. La apicultura en crisis

sábado 20 de julio de 2019
Fuente:
https://www.republica.com.uy/la-apicola-en-crisis-id719884/
Bandera de Uruguay

La apícola en crisis

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Hace años que sentimos que la apicultura está en crisis. Y la verdad que lo está, lo que deja en un manto de incertidumbre el destino de este sector agropecuario.
Cuando hablamos de apicultores nos estamos refiriendo a pequeños productores agropecuarios, núcleos familiares que trabajan la tierra en una actividad de producción de miel, polen y propolio cuya producción necesita colmenas donde habitan las abejas que fabrican el producto.
La producción de miel se ha reducido a nivel mundial. Los principales productores de miel en el mundo como EEUU, Argentina, Inglaterra y México han visto reducir sus producciones en un 30% en los últimos tiempos.
Algo llamado el cambio climático -al que Jair Bolsonaro y Donald Trump dicen que no existe y que es un invento de los izquierdistas- es la causa más importante de las dificultades del sector. Las abejas mueren por amenazas ambientales y porque el planeta es depredado por agrotóxicos que tienen efectos sobre la tierra, el suelo, el aire.
Dentro de ellos el Glifosato es el plaguicida más utilizado en el mundo; un producto creado por la empresa Monsanto en la década del 70 (multinacional estadounidense) y que luego fuera adquirido por Bayer (multinacional alemana). Se trata del enemigo número 1 de las abejas, aunque en Europa recién ahora está en un proceso de prohibición pero no por razones de protección de la apicultura sino por informes de OMS que manifiestan posibles consecuencias cancerígenas.


Europa tiene dificultades para terminar con los fertilizantes, entre otras cosas porque las principales empresas fitosanitarias son europeas.
Nuestra producción apícola tiene el problema que más del 95% de la miel producida tiene que ser para la exportación. El consumo interno es muy bajo, los uruguayos además de ser pocos consumimos muy poca miel.
Los dos grandes compradores mundiales de miel son EEUU y Alemania. Esta última en particular tiene grandes exigencias sanitarias para el ingreso donde el producto debe adquirirse libre de residuos de antibióticos y agroquímicos acompañado de certificados sanitarios que avalen no solamente el producto sino también a los productores. Alemania además de ser el mercado más exigente es el que paga mejores precios a nivel internacional.
En el año 2016 un laboratorio alemán descubrió que la miel uruguaya tenía un 70% de glifosato por lo que se cerró el principal mercado de exportación.
Hace unos pocos años atrás cada colmena tenía un rendimiento de 25 a 30 Kg de miel. La falta de floración y escases de néctar hace que las abejas produzcan menos disminuyendo esos rendimientos hasta menos de 20 Kg, se han perdido más de 7.000 colmenas en los últimos dos años y permanece en manos de los productores unos 4.000 Kg de miel sin exportar, que no cumplen con los altos estándares de calidad exigidos.
En resumen, se trata de un sector productivo que ha perdido a su principal mercado exportador, que no tiene mercado interno, que registra una baja en el consumo mundial y por consecuencia de su precio internacional, que tiene serias dificultades para cumplir con las exigencias de calidad que el mundo requiere por su falta de compatibilidad con el modelo de agronegocios, que las colmenas se pierden y las abejas producen menos es lógico entender que está en serias dificultades. Hoy hay unos 2.800 productores cuando unos 6, 7 años atrás eran unos 3.200.
Una visión liberal del tema es arréglense como puedan.
Aquellos que piensan que las fuerzas del mercado son los que determinan que sector productivo vive y que sector productivo muere y que el Estado no tiene que tener ningún tipo de intervención en las actividades económicas no pueden dar ninguna solución al sector apícola.
Aquellos que dicen que hay que bajar el costo del Estado y ponen cartelitos en sus camionetas con ese eslogan, tampoco tienen mucho para hacer por el sector. Podemos echar a todos los funcionarios públicos del país, pero los problemas de competitividad del sector y el uso de agrotóxicos, no se soluciona.
Los que satanizan los subsidios, los que piensan que este tipo de instrumentos son malas palabras y solo distorsionan el normal funcionamiento eficiente de la actividad económica, no están aptos para dar soluciones al sector.
El acuerdo Unión Europea-Mercosur abre una ventana de oportunidades al sector apícola, ya que se abren un mercado con cuotas y aranceles cero. No será ahora, demorará un tiempo, pero existe un horizonte palpable y concreto para el sector y sobre él se debe trabajar.
Realizar una contraposición agronegocios versus agroecología -producción sin ningún tipo de fertilizantes- es un camino a transitar, pero muy lentamente y reconociendo realidades.
El uso de estos agrotóxicos hace mucho más productivos y competitivos la producción de soja u otros cultivos, lo que constituye una actividad de exportación que ha superado a la carne en el país. Detrás se mueve todo un tejido agropecuario y conexo muy diverso, trabajadores, maquinaria, proveedores de fertilizantes, de servicios y el enorme movimiento de la cadena logística que va desde el transporte hasta el puerto.
No parece realista que si Europa con grandes esfuerzos recién ahora logra prohibir o limitar algunos agrotóxicos y que además es un producto muy relevante para la producción de cereales que están a la cabeza de las exportaciones del país, Uruguay pueda tomar medidas unilaterales por sí solo, sin análisis o consideración del contexto.
Pero es necesario trabajar en medidas alternativas y conjuntas con el sector. Promover el mercado interno, compensar a los productores por el perjuicio derivado de otras actividades agropecuarias, trabajar sobre algún instrumento que permita una mejor distribución de los precios de exportación con un mejor derrame hacia el productor agropecuario, ser más exigentes en los controles de quienes utilizan fertilizantes en la rotación de sus cultivos y con la normativa vigente y hasta quizás buscar en un mediano plazo una diversificación geográfica de las actividades agropecuarias dejando espacios aptos para la apicultura.
El gobierno genera espacios de diálogo con palabras de mucha sinceridad que a veces se parecen a un sincericidio. Que hay falta de espacios fiscales es verdad, pero nunca la falta de dinero puede obstaculizar el ingenio y la voluntad política de generar políticas activas para aquellos sectores productivos que están en dificultades.
Estos núcleos familiares agropecuarios son la esencia de aquellos por los que debemos velar, son los destinatarios principales de un proyecto de desarrollo económico con justicia social.
Si no lo hacemos, irán detrás de los cantos de sirena del primero que se les cruce. La necesidad nubla la razón y ella cesa ante el instinto de sobrevivencia.

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