miércoles 8 de mayo de 2019
Fuente:
http://api-cultura.com/la-importancia-de-la-polinizacion/
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La importancia de la polinización
Las abejas incrementan sustancialmente la producción de diferentes alimentos como manzanas, peras y cítricos, entre otros.
Las abejas potencian la producción de una gran cantidad de alimentos como manzanas, peras, cítricos, almendras, arándanos, hortalizas, girasoles y muchos otros. De hecho, diferentes investigaciones realizadas en el mundo y ensayos llevados adelante por especialistas del INTA en Argentina reafirman las estadísticas globales e indican que más del 70 % de los cultivos, en promedio, depende de la polinización para aumentar los rendimientos. “Sin los agentes polinizadores, sobre todo las abejas que son los principales, caería mucho la producción de alimentos a escala mundial”, reflexionó Gerardo Gennari, veterinario del INTA Famaillá –Tucumán– y coordinador de un proyecto específico sobre la temática en el marco del Programa Nacional Apícola del instituto –Proapi–.
En el mundo, se conocen alrededor de 20.000 especies, mientras que en la Argentina se han identificado unas 1.100 especies de abejas silvestres, reunidas en cinco familias: Colletidae, Andrenidae, Halictidae, Megachilidae y Apidae.
Cada vez que una abeja visita una planta silvestre o cultivada –dependiente de la polinización entomófila–, ambos interactúan y esto redunda en beneficio mutuo: el insecto consigue su sustento –polen y néctar– y la planta, la posibilidad concreta de multiplicarse, algo que no podría hacer por sus propios mecanismos naturales o le resultaría difícil. “El polen representa la parte masculina de la flor y, cuando la abeja lo traslada de flor en flor, permite la fecundación de los óvulos que luego producen semillas y frutos”, explicó el especialista. “Hay especies vegetales que son incompatibles para fecundarse a sí mismas o les implica un proceso complejo”, agregó al respecto.
Por ejemplo, los almendros dependen en más de un 90 % de la polinización por insectos, mientras que en cítricos varía entre 10 y 30 %. “Siempre que haya insectos, es mucho más efectivo el proceso de polinización y significa un impacto positivo en la producción”, señaló Gennari. “En semilleros de girasol, se utiliza la polinización con abejas para hacer el cruzamiento entre líneas y lograr la obtención de híbridos”, ejemplificó al respecto.
Por su parte, ensayos en Tucumán demostraron que el cultivo de arándano registra mejoras del 40 % en los rindes cuando es complementado con colmenas en el lote. “Por ejemplo si en promedio, una hectárea de esta producción representa 1 millón de pesos, pero 400.000 pesos de este valor se los debemos a la sinergia entre las abejas melíferas y las abejas nativas como los abejorros, entre otras”, aseguró el especialista.
Agregado de valor
Luis Maldonado, especialista del INTA Famaillá y coordinador de un proyecto específico sobre agregado de valor en el Proapi, consideró favorable el escenario actual para afianzarse en esta actividad. “El mercado muestra una tendencia creciente por los alimentos naturales, sin residuos y los consumidores están dispuestos a pagar un valor adicional por productos de alta calidad”, argumentó.
En ese sentido, destacó el potencial de la apicultura para adaptarse a todos los territorios del país, mejorar los esquemas productivos y consolidar una posibilidad de diversificación, ya que además de miel, las abejas fabrican polen, propóleos y jalea real.
“El paso siguiente es utilizar estos productos de alto valor biológico como materias primas en procesos de transformación industrial, lo que permite ampliar las áreas de utilización, la oferta de productos al mercado e, indudablemente, el agregado de valor”, explicó Maldonado.
Además de miel, las abejas fabrican otros productos de alto valor biológico como polen, propóleos y jalea real.
Beneficios para la salud
De acuerdo con Maldonado, la miel está compuesta, en su mayor parte, por hidratos de carbono en forma de azúcares simples como glucosa y fructosa, de fácil asimilación y con un gran aporte de energía a los músculos. En menores cantidades, también posee minerales, ácidos orgánicos, vitaminas, enzimas, polifenoles y oligoelementos.
“La miel es una fuente de energía disponible que mejora el rendimiento físico, especialmente en los deportistas, incrementa la resistencia, favorece la recuperación y facilita los esfuerzos reiterados y prolongados”, detalló el especialista. De igual modo, señaló la capacidad antioxidante de los propóleos y su contribución a minimizar “la acción de los radicales libres relacionados con enfermedades cardiovasculares y procesos inflamatorios”.
Producción de pera y manzana
Argentina produce anualmente 1,8 millones de toneladas de manzana y pera. Uno de los factores que influyen en la productividad de la cosecha además del riego, los nutrientes y las plagas, es la polinización.
Teniendo en cuenta la importancia del buen transporte de polen, Lucas Garibaldi, investigador adjunto del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural (IRNAD) de la Sede Andina de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) estudia, junto a su equipo de investigación, el desarrollo de tecnologías de procesos que tienen como objetivo cambiar el método de producción de peras y manzanas en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén para lograr mejor cantidad y calidad de esos frutos a través de la optimización de la polinización.
“Estudiamos cómo aumentar la producción sin perjudicar el medioambiente, pero tratamos de ir un poco más allá: ¿cómo los ambientes saludables pueden potenciar la producción? En ese sentido, estamos tratando de fomentar la diversidad de especies silvestres en las chacras. No estamos generando un producto nuevo en términos del fruto. La manzana va a seguir siendo una manzana pero mejoramos su calidad a través de la polinización porque esta aporta un mayor contenido de azúcares y mejores formas, que es algo que en el mercado se valora mucho”, agrega Garibaldi.
El ingeniero agrónomo explica que optimizan la polinización a través de cambios el manejo de las colmenas de la abeja melífera y de la incorporación de abejorros nativos.
“Estamos evaluando distintos métodos de manejo de las abejas melíferas. La pera y la manzana florecen temprano y muchas de las colmenas se llevan a las chacras pero no tienen la sanidad apropiada, una reina con genética adecuada ni el tamaño poblacional necesario para poder tener la fuerza para polinizar correctamente. Son necesarios protocolos de estandarización de lo que serían las buenas colmenas. Comparamos manejo tradicional con estandarizado y estamos viendo qué combinación de número y disposición espacial de colmenas son necesarias en las chacras”.
El proyecto vincula dos sectores productivos: el sector apícola, que al instalar las colmenas en los campos obtienen miel y, por otro lado, al sector frutícola que al recibir las colmenas aumenta la calidad y cantidad de la producción de manzanas por una mejor polinización.
La información generada sobre el rol de la polinización en la calidad de los cultivos de manzana y pera puede ser aplicada en otros cultivos. Tres cuartas partes de las especies cultivadas se ven beneficiadas en alguna medida por la acción de insectos polinizadores.
Las abejas potencian la producción de una gran cantidad de alimentos como manzanas, peras, cítricos, almendras, arándanos, hortalizas, girasoles y muchos otros. De hecho, diferentes investigaciones realizadas en el mundo y ensayos llevados adelante por especialistas del INTA en Argentina reafirman las estadísticas globales e indican que más del 70 % de los cultivos, en promedio, depende de la polinización para aumentar los rendimientos. “Sin los agentes polinizadores, sobre todo las abejas que son los principales, caería mucho la producción de alimentos a escala mundial”, reflexionó Gerardo Gennari, veterinario del INTA Famaillá –Tucumán– y coordinador de un proyecto específico sobre la temática en el marco del Programa Nacional Apícola del instituto –Proapi–.
En el mundo, se conocen alrededor de 20.000 especies, mientras que en la Argentina se han identificado unas 1.100 especies de abejas silvestres, reunidas en cinco familias: Colletidae, Andrenidae, Halictidae, Megachilidae y Apidae.
Cada vez que una abeja visita una planta silvestre o cultivada –dependiente de la polinización entomófila–, ambos interactúan y esto redunda en beneficio mutuo: el insecto consigue su sustento –polen y néctar– y la planta, la posibilidad concreta de multiplicarse, algo que no podría hacer por sus propios mecanismos naturales o le resultaría difícil. “El polen representa la parte masculina de la flor y, cuando la abeja lo traslada de flor en flor, permite la fecundación de los óvulos que luego producen semillas y frutos”, explicó el especialista. “Hay especies vegetales que son incompatibles para fecundarse a sí mismas o les implica un proceso complejo”, agregó al respecto.
Por ejemplo, los almendros dependen en más de un 90 % de la polinización por insectos, mientras que en cítricos varía entre 10 y 30 %. “Siempre que haya insectos, es mucho más efectivo el proceso de polinización y significa un impacto positivo en la producción”, señaló Gennari. “En semilleros de girasol, se utiliza la polinización con abejas para hacer el cruzamiento entre líneas y lograr la obtención de híbridos”, ejemplificó al respecto.
Por su parte, ensayos en Tucumán demostraron que el cultivo de arándano registra mejoras del 40 % en los rindes cuando es complementado con colmenas en el lote. “Por ejemplo si en promedio, una hectárea de esta producción representa 1 millón de pesos, pero 400.000 pesos de este valor se los debemos a la sinergia entre las abejas melíferas y las abejas nativas como los abejorros, entre otras”, aseguró el especialista.
Agregado de valor
Luis Maldonado, especialista del INTA Famaillá y coordinador de un proyecto específico sobre agregado de valor en el Proapi, consideró favorable el escenario actual para afianzarse en esta actividad. “El mercado muestra una tendencia creciente por los alimentos naturales, sin residuos y los consumidores están dispuestos a pagar un valor adicional por productos de alta calidad”, argumentó.
En ese sentido, destacó el potencial de la apicultura para adaptarse a todos los territorios del país, mejorar los esquemas productivos y consolidar una posibilidad de diversificación, ya que además de miel, las abejas fabrican polen, propóleos y jalea real.
“El paso siguiente es utilizar estos productos de alto valor biológico como materias primas en procesos de transformación industrial, lo que permite ampliar las áreas de utilización, la oferta de productos al mercado e, indudablemente, el agregado de valor”, explicó Maldonado.
Además de miel, las abejas fabrican otros productos de alto valor biológico como polen, propóleos y jalea real.
Beneficios para la salud
De acuerdo con Maldonado, la miel está compuesta, en su mayor parte, por hidratos de carbono en forma de azúcares simples como glucosa y fructosa, de fácil asimilación y con un gran aporte de energía a los músculos. En menores cantidades, también posee minerales, ácidos orgánicos, vitaminas, enzimas, polifenoles y oligoelementos.
“La miel es una fuente de energía disponible que mejora el rendimiento físico, especialmente en los deportistas, incrementa la resistencia, favorece la recuperación y facilita los esfuerzos reiterados y prolongados”, detalló el especialista. De igual modo, señaló la capacidad antioxidante de los propóleos y su contribución a minimizar “la acción de los radicales libres relacionados con enfermedades cardiovasculares y procesos inflamatorios”.
Producción de pera y manzana
Argentina produce anualmente 1,8 millones de toneladas de manzana y pera. Uno de los factores que influyen en la productividad de la cosecha además del riego, los nutrientes y las plagas, es la polinización.
Teniendo en cuenta la importancia del buen transporte de polen, Lucas Garibaldi, investigador adjunto del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural (IRNAD) de la Sede Andina de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) estudia, junto a su equipo de investigación, el desarrollo de tecnologías de procesos que tienen como objetivo cambiar el método de producción de peras y manzanas en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén para lograr mejor cantidad y calidad de esos frutos a través de la optimización de la polinización.
“Estudiamos cómo aumentar la producción sin perjudicar el medioambiente, pero tratamos de ir un poco más allá: ¿cómo los ambientes saludables pueden potenciar la producción? En ese sentido, estamos tratando de fomentar la diversidad de especies silvestres en las chacras. No estamos generando un producto nuevo en términos del fruto. La manzana va a seguir siendo una manzana pero mejoramos su calidad a través de la polinización porque esta aporta un mayor contenido de azúcares y mejores formas, que es algo que en el mercado se valora mucho”, agrega Garibaldi.
El ingeniero agrónomo explica que optimizan la polinización a través de cambios el manejo de las colmenas de la abeja melífera y de la incorporación de abejorros nativos.
“Estamos evaluando distintos métodos de manejo de las abejas melíferas. La pera y la manzana florecen temprano y muchas de las colmenas se llevan a las chacras pero no tienen la sanidad apropiada, una reina con genética adecuada ni el tamaño poblacional necesario para poder tener la fuerza para polinizar correctamente. Son necesarios protocolos de estandarización de lo que serían las buenas colmenas. Comparamos manejo tradicional con estandarizado y estamos viendo qué combinación de número y disposición espacial de colmenas son necesarias en las chacras”.
El proyecto vincula dos sectores productivos: el sector apícola, que al instalar las colmenas en los campos obtienen miel y, por otro lado, al sector frutícola que al recibir las colmenas aumenta la calidad y cantidad de la producción de manzanas por una mejor polinización.
La información generada sobre el rol de la polinización en la calidad de los cultivos de manzana y pera puede ser aplicada en otros cultivos. Tres cuartas partes de las especies cultivadas se ven beneficiadas en alguna medida por la acción de insectos polinizadores.