Un estudio de la Universidad de Buenos Aires encontró que la presencia del glifosato en el alimento de
 las larvas impactó de forma negativa en su supervivencia al retrasar su crecimiento y disminuir el
tamaño que alcanzan en la edad adulta.
“El herbicida se aplica en los agroecosistemas para evitar que las malezas reduzcan los rendimientos
de los cultivos. Cuando las abejas se alimentan de las flores, muchas veces llevan glifosato a la
colmena. Entonces, en el momento que nacen las larvas dentro del panal, ingieren miel con trazas de
este agroquímico. Nosotros quisimos ver cómo esto afecta su desarrollo” explicó en declaraciones
 periodísticas Jorge Zavala, docente de la cátedra de Bioquímica de la FAUBA e investigador del
Conicet. “Para eso, criamos larvas de abejas en el laboratorio y les proporcionamos alimento con
 glifosato, una situación similar a la que podría ocurrir en un entorno agrícola. Lo que encontramos fue
 que las larvas se desarrollaron más lentamente, es decir, muchas de ellas tardaron más en convertirse
en adultas y alcanzaron pesos más bajos que las que no ingirieron glifosato. Estos resultados muestran
 que, aun cuando las dosis que usamos no fueron letales, las consecuencias a largo plazo serían
negativas para la supervivencia de las abejas” siguió en el mismo sentido Walter Farina, docente del
Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental e investigador del Conicet.
Además señaló que al crecer más lentamente (hasta un 40%) algunas abejas podrían no llegar al estado
 adulto, y si lo consiguieran, lo harían con un tamaño pequeño (hasta un 30%). Esto implica niveles de
 reservas menores y un sistema inmune empobrecido, lo cual reduce la probabilidad de que la colmena
 sobreviva a períodos de bajos recursos y puede alterar su dinámica poblacional.
Los investigadores resaltaron que hasta hace un tiempo se creía que el glifosato sólo afectaba a las
 plantas, pero que en su investigación observaron los genes de las abejas para confirmar que resultó
 tóxico para ellas. “Pudimos detectar efectos negativos a pesar de que usamos dosis de glifosato más
 bajas, incluso, que las que encontramos en las colmenas a campo”, profundizaron.
Se estima que las abejas expuestas al glifosato pueden tener dificultades para percibir el dulzor de un
néctar y también para aprender la relación entre un olor floral y la recompensa. Esto agrava la situación
 de las polinizadoras, ya que la flora nativa en los agroecosistemas está empobrecida y cada vez se
deben esforzar más para hallarla.
Por último, los especialistas indicaron que las colmenas sufren impactos negativos más complejos que
 los que hallaron en sus estudios en laboratorio, ya que en los campos existe una complejidad mayor.
 “Se aplica más de un agroquímico y las colmenas sufren muchos otros estreses que producen
respuestas diferentes en las abejas. Por ello, a futuro vamos a continuar y profundizar estas
 investigaciones conjuntas en lotes productivos” señaló.