jueves 7 de junio de 2012
http://www.lacronicadeleon.es/2012/05/21/leon/la-trashumancia-apicola-enfrenta-a-productores-leoneses-y-salmantinos-150017.htm
Apicultores llegados, en su mayoría, desde tierras extremeñas y salmantinas, recorren el páramo en trashumancia ocupando como destino los bosques de la provincia en busca de la esencia natural, ya agotada en sus tierras de origen, y que más tarde se encargarán de convertir en miel sus abejas viajeras.
Aunque este ejercicio es totalmente legal, está perfectamente regulado e incluso hay explotaciones trashumantes en León, existe, como en cualquier gremio, una competencia desleal y cierto grado de piratería que ha obligado a algunos municipios a acotar la trashumancia apícola y endurecer sus reglamentos municipales con el fin de que los promotores locales tengan prioridad sobre estos ‘intrusos’ y preservar así una actividad ganadera en alza.
Esta determinación, adoptada en los últimos meses por los municipios de Cebanico y Villazanzo de Valderaduey –en la comarca de Sahagún– ya se viene repetido en otros puntos de la geografía como Galicia, Andalucía o la vecina Zamora donde ya se han registrado enfrentamientos entre los locales y los foráneos. León, por tanto, no es la excepción.
Los apicultores leoneses, además de ver mermada su producción a consecuencia de la masificación que llega a registrarse en algunos puntos de la provincia, aducen otros problemas de tipo sanitario e incluso problemas que afectarían a la población en su conjunto. Y es que, las abejas trashumantes, estresadas y hambrientas tras el largo viaje y el cambio de emplazamiento de sus enjambres, se vuelven más agresivas “y pican más”.
“La trashumancia apícola sí está regulada pero mal; además, muy pocos la respetan”, comenta Antonio Silva Fernández, presidente de la Asociación Profesional de Apicultores Leoneses quien ha sufrido personalmente el lado menos amable de esta histórica modalidad apícola.
El problema, para Silva, radica en el espacio que la normativa regional reserva para cada colmena, de 5.000 metros cuadrados de área de pecorea, cuando, a su juicio “y según recomienda la propia Unión Europea, harían falta dos hectáreas”. “Si el espacio ya es reducido, imagina cuando te rodean 200 colmenas o cuando incumplen directamente la distancia mínima y se te ponen encima. En nuestra zona, Maragatería, ya se ha denunciado ante la Junta este tipo de asentamientos y finalmente sí se demostró que no cumplían las distancias reglamentarias. Desgraciadamente, desde que se formula la denuncia hasta que la Administración resuelve el trashumante ya no está. Llegan ahora, plantan las colmenas, están dos o tres meses y desaparecen” comenta Silva.
http://www.lacronicadeleon.es/2012/05/21/leon/la-trashumancia-apicola-enfrenta-a-productores-leoneses-y-salmantinos-150017.htm
La trashumancia apícola enfrenta a productores leoneses y salmantinos
Cebanico o Villazanzo endurecen su reglamento para proteger a los apicultores locales
Cada año, los montes de la provincia reciben la llegada de cientos de colmenas que, procedentes de Extremadura o Salamanca, buscan el néctar de las flores ya agotado allí. J. M. LÓPEZ
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C. Domínguez / León
Con el inicio de la floración de las especies melíferas leonesas estalla en paralelo una batalla que tiene como escenario esos idílicos campos multicolor y que se viene repitiendo, sottovoce, desde hace años: las ‘guerras’ del néctar.
Con el inicio de la floración de las especies melíferas leonesas estalla en paralelo una batalla que tiene como escenario esos idílicos campos multicolor y que se viene repitiendo, sottovoce, desde hace años: las ‘guerras’ del néctar.
Apicultores llegados, en su mayoría, desde tierras extremeñas y salmantinas, recorren el páramo en trashumancia ocupando como destino los bosques de la provincia en busca de la esencia natural, ya agotada en sus tierras de origen, y que más tarde se encargarán de convertir en miel sus abejas viajeras.
Aunque este ejercicio es totalmente legal, está perfectamente regulado e incluso hay explotaciones trashumantes en León, existe, como en cualquier gremio, una competencia desleal y cierto grado de piratería que ha obligado a algunos municipios a acotar la trashumancia apícola y endurecer sus reglamentos municipales con el fin de que los promotores locales tengan prioridad sobre estos ‘intrusos’ y preservar así una actividad ganadera en alza.
Esta determinación, adoptada en los últimos meses por los municipios de Cebanico y Villazanzo de Valderaduey –en la comarca de Sahagún– ya se viene repetido en otros puntos de la geografía como Galicia, Andalucía o la vecina Zamora donde ya se han registrado enfrentamientos entre los locales y los foráneos. León, por tanto, no es la excepción.
Los apicultores leoneses, además de ver mermada su producción a consecuencia de la masificación que llega a registrarse en algunos puntos de la provincia, aducen otros problemas de tipo sanitario e incluso problemas que afectarían a la población en su conjunto. Y es que, las abejas trashumantes, estresadas y hambrientas tras el largo viaje y el cambio de emplazamiento de sus enjambres, se vuelven más agresivas “y pican más”.
“La trashumancia apícola sí está regulada pero mal; además, muy pocos la respetan”, comenta Antonio Silva Fernández, presidente de la Asociación Profesional de Apicultores Leoneses quien ha sufrido personalmente el lado menos amable de esta histórica modalidad apícola.
El problema, para Silva, radica en el espacio que la normativa regional reserva para cada colmena, de 5.000 metros cuadrados de área de pecorea, cuando, a su juicio “y según recomienda la propia Unión Europea, harían falta dos hectáreas”. “Si el espacio ya es reducido, imagina cuando te rodean 200 colmenas o cuando incumplen directamente la distancia mínima y se te ponen encima. En nuestra zona, Maragatería, ya se ha denunciado ante la Junta este tipo de asentamientos y finalmente sí se demostró que no cumplían las distancias reglamentarias. Desgraciadamente, desde que se formula la denuncia hasta que la Administración resuelve el trashumante ya no está. Llegan ahora, plantan las colmenas, están dos o tres meses y desaparecen” comenta Silva.
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