domingo, 9 de septiembre de 2012

Argentina. Misiones. La miel en la cultura mbya-guaraní

domingo 9 de setiembre de 2012
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Bandera Argentina


La miel en la cultura mbya-guaraní




Resumen

La investigación tiene como objetivo demostrar y revalorizar los conocimientos indígenas sobre el medio ambiente de selva con el que la etnia mbya ha interactuado durante siglos. Revelando saberes y prácticas ancestrales que debido a los cambios que han afectado a su cultura, sobre todo en las últimas décadas, probablemente han dejado de transmitirse a los jóvenes, e incluso han perdido su valor debido al contacto obligado con
la sociedad nacional que introdujo nuevas necesidades y un estilo de vida radicalmente distinto.

En este trabajo se indagó acerca del conocimiento de la población mbya–guaraní contemporánea (provincia de Misiones, Argentina) sobre las especies de himenópteros productoras de miel en la selva paranaense. Y su relación con el mundo religioso, con los medios de subsistencia tradicionales, con el manejo de los recursos naturales, en síntesis, con la vida cotidiana actual y la de tiempos pasados. También se realizó un relevamiento de las denominaciones de las distintas especies y su clasificación.

El rol de estas especies en la subsistencia, su uso en la medicina tradicional y el papel que cumplen en la vida ritual. Se recopilaron y analizaron brevemente los mitos de los que son protagonistas y que permiten obtener un mayor conocimiento de la cosmovisión mbya.

Asimismo, se llevó a cabo un breve análisis de la situación actual, los cambios ocurridos en la vida cotidiana y en sus prácticas rituales en relación con estas especies y la producción de miel, como consecuencia de la deforestación, la extinción de la fauna y la pérdida de los territorios tradicionales.


La miel en la cultura mbya-guaraní

Por: Marilyn Cebolla Badie (Universitat de Barcelona)

Introducción
La etnia mbya pertenece a la familia lingüística guaraní, presentando particularidades idiomáticas y culturales distintivas.
Los grupos asentados en la provincia de Misiones, Argentina, provienen del Paraguay y según distintas fuentes comenzaron a llegar hacia la segunda mitad del siglo XIX en busca de zonas selváticas libres aún de población blanca.
En la actualidad mantienen esta característica de cariz estratégico de retirarse a zonas de selva donde el frente de expansión de la sociedad nacional aún no haya llegado o lo haya hecho débilmente.
La población mbya de Misiones está distribuida en aproximadamente cincuenta asentamientos, todos ellos ubicados en zonas rurales y la mayoría aún rodeados de monte en distinto grado de conservación.
Los mbya, de quienes se cree no lograron ser “reducidos” en la obra evangelizadora de los jesuitas como otras etnias guaraníes, y son nombrados en sus textos como cainguás, es decir los salvajes o monteses, son conocidos por la tenaz resistencia que oponen a cualquiera que intente adentrarse en el conocimiento de su cultura. A causa de esta peculiar característica de la etnia no se cuenta con gran cantidad de estudios sobre la misma y con seguridad innumerables aspectos de la cultura permanecen aún desconocidos.
En este trabajo de investigación me he planteado como objetivo indagar acerca de la rearticulación contemporánea de saberes de la etnia mbya sobre las especies de himenópteros productoras de miel de la selva paranaense en la provincia de Misiones y su relación con las dimensiones de la vida social presente y pasada.
La elección del estudio de la entomología mbya, específicamente de las abejas y avispas nativas, se realizó como una manera de acotar la investigación, ya que una experiencia anterior que versaba sobre etnoornitología con el mismo grupo étnico, demostró que profundizando en lo que puede considerarse sólo una pequeña porción de naturaleza es posible acceder a un complejo universo de construcciones culturales.
La investigación estuvo orientada a conocer el lugar que ocupa la miel en la cultura mbya y la relación de las especies melíferas con el ámbito religioso, con los medios de subsistencia tradicionales y con el manejo de los recursos naturales.
Como así también su rol en la dieta de los indígenas, su uso en la medicina tradicional y el papel que cumplen en la vida ritual. Se realizó un relevamiento de las denominaciones de las distintas especies y su clasificación.
En esta pesquisa he pretendido también demostrar la profundidad del conocimiento indígena sobre el medio ambiente de selva paranaense con el que la etnia ha interactuado durante siglos. Debido a que este saber es continuamente subestimado por los representantes de las ciencias naturales que realizan investigaciones en la selva, a quienes les resulta difícil, sino imposible, aceptar formas no occidentales de conocimiento.
De este modo, he realizado una sucinta etnografía de conocimientos y prácticas que probablemente se encuentran en trance de desaparición. A lo largo de este trabajo me referí a los cambios ocurridos en la vida cotidiana y en algunas prácticas rituales en relación con estas especies y la producción de miel como consecuencia de la deforestación, la extinción de la fauna y la pérdida de los territorios tradicionales.
Asimismo, el ambiente de selva paranaense perteneciente al grupo de selvas subtropicales húmedas de Sudamérica, es un sistema altamente amenazado que posee una gran biodiversidad (Giraudo y Abramson, 1998). Originariamente abarcaba la zona oriental del Paraguay, el sureste del Brasil y gran parte de la superficie de la provincia de Misiones en Argentina, constituyendo el territorio tradicional de la etnia mbya.
Por otra parte, las referencias sobre los sistemas clasificatorios de las etnias guaraníes en general son escasas y en algunos casos, incluso inexistentes. Para la realización de este trabajo me basé en mi anterior investigación sobre el conocimiento mbya de la avifauna, el cual permitió conocer, al menos en parte, la forma en que esta etnia clasifica la naturaleza y cómo construye sus taxonomías.
Respecto al conocimiento que tenemos de la cultura mbya, muchos aspectos serían un verdadero enigma de no contarse con los datos relevados por Léon Cadogan en su obra. Los textos de este autor, conocido como el etnógrafo de los mbya, se vuelven guías imprescindibles ante cualquier estudio que quiera emprenderse con esta etnia.
Sus investigaciones se iniciaron a fines de los años ’20 cuando tomó contacto de manera casual con los indígenas, visitando sus te’ýi enclavados en las entonces inmensas selvas de la región del Guairá, al oriente del Paraguay.
Sus trabajos prosiguieron hasta su muerte ocurrida en 1973, y en ellos se dedicó especialmente al ámbito religioso mbya; estos estudios fueron pioneros en la búsqueda de la reproducción exacta de los relatos indígenas, la preocupación por la transcripción bilingüe de los textos y el rescate de los cantos y los mitos ante lo que el autor consideraba una rápida aculturación por parte de esta etnia.
De esta manera, a lo largo de la investigación realicé una comparación constante con los datos consignados por este etnógrafo sobre las distintas especies productoras de miel y las terminologías y prácticas relacionadas con ellas, con el fin de profundizar en la información obtenida y observar posibles coincidencias a pesar de las décadas transcurridas desde la realización de sus trabajos de campo con el mismo grupo étnico.

Trabajo de Campo
El trabajo de campo se llevó a cabo entre los meses de agosto y noviembre del pasado año, correspondientes a la primavera austral, es decir, la época de mayor floración en la selva paranaense y, por lo tanto, de gran actividad de los insectos himenópteros.
La investigación se realizó en distintas comunidades, entre ellas Takuapi, cercana al pueblo de Ruiz de Montoya, rodeada de explotaciones agrícolas y plantaciones comerciales, en el centro de Misiones. En Jejy, ubicada en una gran zona de selva dentro de la Reserva de Biosfera Yabotí, en los límites con Brasil. Y en Fortín Mbororé, que se encuentra en los alrededores de la ciudad de Puerto Iguazú, al norte de la provincia, en la denominada “triple frontera” con Paraguay y Brasil.
En cuanto a los informantes indígenas, trabajé con personas de ambos sexos, aunque fueron principalmente hombres, de unos cuarenta años de edad en adelante, lo cual significa que probablemente vivieron parte de su vida en ambientes de selva y al estilo tradicional. Los informantes claves fueron personas mayores de sesenta años, consideradas ancianas en la sociedad mbya, ya que ellas conocen mejor los secretos del monte, tan necesarios en otras épocas para su supervivencia y la del grupo.
En la preparación de la primera salida a campo fue necesario, además de un rápido reencuentro con el idioma mbya, informarme desde la biología occidental acerca de las abejas y avispas de la selva paranaense. El trabajo de campo consistió en estadías de dos semanas en las comunidades elegidas, donde además de las entrevistas y la imprescindible observación participante se realizaron caminatas por el monte, las cuales pueden clasificarse en dos tipos, las que los mbya denominan en castellano “paseos” que suelen durar tres o cuatro horas y las agotadoras jornadas en las que se me permite acompañarlos para recolectar miel, plantas medicinales o disponer aparejos de pesca en los arroyos, y que pueden durar un día entero.
Asimismo, llevé a cabo un relevamiento minucioso de los distintos materiales sobre etnias guaraníes que pude consultar, en particular de la obra de León Cadogan, en la cual efectué un rastreo exhaustivo de todas las menciones que éste realizó a lo largo de sus investigaciones, sobre las abejas nativas y la extracción de la miel en la cultura mbya, confeccionando también un documento con todo el material hallado.

La recolección de la miel
Los indígenas denominan “melar” a las actividades de recolección de la miel cuando se expresan en castellano, las cuales están reservadas al sexo masculino.
Y según explican, para localizar los panales caminan por la selva siempre atentos al sonido de los enjambres, que suele ser muy tenue en las abejas nativas sin aguijón o Meliponinae, y ante la vista de algún ejemplar de abeja que esté libando en las flores o extrayendo resinas de los árboles, se dedican a seguirlo hasta llegar al nido. También observan detenidamente los troncos en busca de las entradas fabricadas en cera que identifican a la especie que anida en su interior.
Asimismo, cuando los indígenas incursionan en el monte con el fin de recolectar miel están atentos a los cantos y vuelos de ciertos pájaros como el tangara (Chiroxiphia caudata) y el eichuja (Legatus leucophaius) que señalan los lugares donde hay colmenas.
La búsqueda de miel es una tarea que se realiza generalmente en grupo y en la que eventualmente pueden participar las mujeres acompañando a sus parientes varones.
Según la división sexual de las tareas en la cultura mbya, los grupos femeninos realizan la recolección de plantas y frutos en los alrededores de la aldea pero no les está permitido internarse en la selva ni “melar”.
De este modo, la recolección de miel y cera, al igual que las actividades asociadas a la caza y a la pesca, pertenece al dominio social masculino.
Estas actividades compartidas en las que se reparte el producto obtenido responde a las leyes de reciprocidad de la cultura mbya, tan necesarias en otras épocas para la supervivencia del grupo.

El conocimiento mbya sobre las especies de abejas y avispas
El nombre genérico en mbya para designar a las abejas sin aguijón es tugue, sustantivo oscilante en la gramática mbya, de manera que cuando los indígenas se refieren a una especie en particular anteponen el nombre y luego el apelativo rugue, por ejemplo: jate’i rugue o mandori rugue.
Las avispas están agrupadas bajo la denominación kavy, pero exceptuando la avispa eichu, las demás no son consideradas de importancia en cuanto a la recolección de miel debido a su escasa producción.
Eirópa (Apis mellifera) es la única especie que los mbya llaman “abeja” en castellano, las demás no son reconocidas como abejas cuando se expresan en este idioma.
Los indígenas identifican a las abejas solitarias pero éstas no están clasificadas como tugue en su sistema taxonómico, por lo cual esta denominación correspondería exclusivamente a las melíferas de hábitos sociales.
Los mbya brindaron una amplia información acerca de las especies arbóreas de las que las abejas retiran la resina o ychy. Y también sobre cuáles son las preferidas para libar de las flores y recolectar el polen, y para anidar.
Se recogió información detallada sobre las distintas partes de los panales y los productos que se encuentran en éstos, relevándose las denominaciones mbya.
Por ejemplo, la entrada de los nidos se llama okêngua y a las pipas de cera impregnada de resina que dan acceso a los panales de las especies de la subfamilia Trigona, se las denomina takuãi ñachî, literalmente, órgano sexual masculino, debido a la forma que adquieren.
Respecto a la miel de las abejas y avispas nativas, los indígenas manifestaron que si bien es muy líquida a diferencia de la miel de eirópa que se solidifica en los panales a causa de la sacarosa que contiene, la miel de jate’i se cristaliza hacia la mitad del invierno, dato que los biólogos consultados consideraron de interés para un estudio posterior.
En invierno las mieles de las abejas del género pynguaréi y mandori se vuelven agrias, los indígenas las denominan ei tai. Y la de evora presenta un sabor amargo, eiro.

En esta temporada las abejas nativas dejarían de producir miel.
Por otra parte, los mbya poseen un gran conocimiento sobre los lugares de nidificación y las formas y estructuras internas de los panales, que varían según la especie de que se trate.
Asimismo, la presencia de eirópa, la abeja europea introducida hace aproximadamente un siglo en la provincia y que se ha expandido invadiendo los nichos ecológicos de las otras especies de himenópteros, constituye para los mbya el parámetro indicador de los cambios y el empobrecimiento de los ecosistemas.
Esta abeja recibe el nombre de ei kuaapyre’ey, es decir, abeja desconocida, o ei remã, abeja alemana, porque según dicen los mbya, fueron los inmigrantes de ese origen los que la crearon y la trajeron a la selva.
Por otro lado, los mbya clasifican a las abejas nativas con aguijón bajo el nombre de mamanga, éstas se diferencian morfológicamente de las Meliponinae y se las conoce entre los criollos como abejorros.

Aproximación a las clasificaciones
En cuanto a la nomenclatura mbya para los himenópteros, los nombres de las especies de abejas y avispas sobre las que he recogido información se refieren a su comportamiento: ei porecha chu’u (“abeja que muerde en los ojos”), a las características morfológicas: eira viju (“abeja de vello abundante) o a alguna particularidad de la miel que producen: ei kachi (“miel de olor desagradable”). También hacen alusión a su mordedura: tata éi (“abeja de fuego”), a la forma del panal: eira pu’a (“redondo”) o al lugar donde construyen el nido: yvy éi (“abeja de tierra”).
En algunos casos como yvyra’ija (“el que porta la vara-insignia”) y kuñanguero (“la casa de las mujeres”) la denominación está relacionada con su mito de origen y en otros, en los que también hay claramente un nexo con el ámbito mitológico, pareciera existir un nombre sagrado y otro común, como la abeja evora a la que los indígenas llaman che reindy, “mi hermana” si es un hombre el que la invoca, o che ryke, “mi hermana mayor” si es una mujer, con el fin de evitar sus ataques cuando extraen la miel de los panales.
Entre los mbya las clasificaciones de los distintos ámbitos de la naturaleza están fuertemente entrelazadas con lo religioso, cualquier estudio sobre un grupo de especies nos remitirá con seguridad a los mitos de origen y a su relación con las divinidades.
Basándome en investigaciones previas puedo afirmar que los indígenas de esta etnia asignan nombres y clasifican también a plantas y animales que no tienen ninguna utilidad para ellos. Al contrario de lo que sucedería en otras culturas donde sólo lo que es utilizado recibe una denominación (Levi-Strauss, 1972).
Así, por ejemplo, las abejas nativas con aguijón a las que llaman mamanga, están agrupadas en un taxón con varias especies nominadas, sin embargo, son considerados insectos peligrosos de los que no se aprovechan las gotas de miel que producen.
Por otra parte, si bien existe una clara separación entre los grupostaxonómicos de abejas y avispas, llamados tugue y kavy respectivamente, equivalentes a las
superfamilias Apidae y Vespoidae en la sistemática occidental; en el caso de la avispa eichu, aunque se reconoce perfectamente su pertenencia al grupo kavy, cuando los indígenas describen las distintas especies y las actividades relacionadas a la recolección de la miel, se refieren a ella como si fuera una abeja.
Asimismo, cuando los mbya explicaban acerca de una especie, mencionaban su similitud a jate’i o a mandori, como si éstas fueran las especies modelos o prototípicas para clasificar a las demás.
La abeja jate’i pertenece a la subfamilia Trigona y mandori a Melipona, o sea, las dos subfamilias en las que están agrupadas las abejas nativas sin aguijón en la biología.
En este caso, la taxonomía mbya para los himenópteros y la taxonomía occidental parecieran coincidir.
A causa del tiempo limitado para la realización de esta investigación no me fue posible establecer con exactitud cuál es la lógica que estructura las clasificaciones mbya de abejas y avispas, aunque quizás se utilicen ciertas analogías relacionadas con la morfología de estos insectos, diseños de marcas en el cuerpo, sus hábitos y la construcción de los nidos, entre otras. Ya que existen diferencias marcadas de tamaño, por ejemplo, entre las abejas jate’i, que miden alrededor de un centímetro y las diminutas pynguaréi de sólo unos milímetros de longitud, sin embargo, ambas pertenecen a la subfamilia Trigona en la biología y están agrupadas en el taxón jate’i en el sistema taxonómico mbya.
Las similitudes entre abejas fue mencionada por los informantes de manera casual como una estrategia de cariz pedagógico destinada a facilitarme la identificación de las especies y no se recogió información de manera sistemática, debido a esto las especies ei tata (Oxytrigona tataira), yvyra’ija (Lestremelitta limao), eira pu’a (Trigona spinipes) e yvy éi (Geotrigona sp.) no fueron clasificadas.
En el siguiente cuadro se incluyen las distintas especies de abejas y avispas agrupadas según la organización taxonómica mbya, en el mismo se han incluido, entre paréntesis, las familias y subfamilias de la ciencia occidental con el fin de observar las coincidencias:
Tugue (Meliponinae)
Mandori (Melipona)
Tugue (Meliponinae)
Jate’i (Trigona)
Kavy (Vespoidae)
Mamanga (Bombinae)
“Abeja” (Apinae)
Mandori (Melipona marginata)
Jate’i (Tetragonisca angustula)
Kavachi
Mamanga
Eiropa (Apis mellifera).
Mandori guachu
Jate’i guachu
Kava pu’a
Mamanga
para’i
Eirópa’i
(probablemente una subespecie de Apis mellifera)
Eira viju (Melipona bicolor)
Jate’i uky
Eichu’I (Brachygastra lecheguana)
Ei ruchu (Melipona scutellaris)
Pynguaréi guachu (Plebeia sp.)
Eichu guachu
Ei porecha chu’u (Melipona)
Pynguaréi mirî (Plebeia sp.)
Eira mbyky racha (probablemente Melipona quadrifasciata).
Ei kachi
Evora (Tetragona clavipes)
Tapechua (probablemente Scaptotrigona postica).
Asimismo, existe otro sistema clasificatorio para las especies melíferas que las agruparía según una lógica organizativa diferente.
La kuña karai Marcelina de la comunidad de Takuapi expuso esta clasificación de
la siguiente manera:
Ei ruchu, jate’i, pynguaréi mirî y mandori son parientes.
Eira viju es pariente de mbyky racha.
Eichu y kavachi son parientes.
Eira pu’a, evora y tata éi son hermanos.
Ei porecha chu’u e yvy éi son cuñados.
Ei kachi es hermana de tapechua.
Eirópa e yvyra’ija no tienen parientes.
Este ordenamiento que funcionaría como una suerte de clave, sólo puede ser analizado desde la cosmología mbya, las especies aparentan estar unidas en una clasificación que tendría su origen en la mitología.
Las abejas y avispas se presentan en este sistema agrupadas en una red de parentesco tanto consanguíneo, aparecen hermanos y hermanas, como a final, también se incluyen cuñados.
Asociación de la miel con los productos vegetales
La primavera, ára pyau, el tiempo nuevo para los mbya es la época de mayor actividad para las abejas y avispas, ya que recogen polen y néctar para elaborar la miel. Y se corresponde con los meses en que los mbya preparan y siembran sus rozas.
De la misma manera, el tiempo de recolección de la miel coincide con las cosechas, existiendo de esta forma una correlación entre la miel y los productos de los huertos.
En la horticultura que desarrollan los indígenas, los hombres son los encargados de talar y posteriormente quemar la vegetación del lugar elegido para el rozado, las mujeres son quienes siembran y cuidan los plantíos, tareas en las que ocasionalmente colaboran los hombres, pero las actividades relacionadas con las cosechas corresponden exclusivamente a las mujeres.
En la cultura mbya, la recolección de la miel es una actividad puramente masculina en la que las mujeres sólo pueden acompañar o colaborar, ya que no les está permitido incursionar solas en la selva.
Asimismo, en la ceremonia del Ñemongarai, la miel, que constituye uno de los elementos fundamentales para la realización del ritual, pertenece al dominio masculino, reservándose el maíz, producto de las cosechas, para la participación femenina.
De esta forma, la sistemática mbya pareciera colocar la miel en el reino vegetal, como ya lo ha señalado el antropólogo Lévy-Strauss (1971) para otras culturas indígenas de Sudamérica, en las que analizando sus mitos, la miel aparece asociada a los frutos silvestres y no a las piezas de caza.
En la etnia mbya, sin embargo, existe un paralelismo entre la extracción de la miel y la recolección de los frutos cultivados. Y si bien la colecta de plantas y frutos de la selva pertenece al dominio femenino en la división sexual de las tareas, la miel es recogida por los hombres, quienes tienen culturalmente asignada esta tarea junto con las actividades de caza y pesca.
Habría una asociación entre el trabajo de las abejas y avispas y el trabajo de los seres humanos, que encuentra su síntesis en el Ñemongarai; ya que la ceremonia se celebra en el mes de diciembre, cuando los panales y los huertos se hallan desbordantes de productos nutricios.

Importancia de la miel en la vida ritual
La celebración principal del Ñemongarai, la ceremonia ritual más importante en la cultura mbya, o al menos la que perdura con mayor fuerza, se realiza al final de la estación de ára pyau, correspondiente al mes de diciembre, “en la época de la navidad de los jurua kuery,”como expresan los indígenas.
León Cadogan denomina a este ritual tembi’u aguyje, es decir, la bendición de los alimentos, y debido a lo hermético que han sido los mbya hasta hace apenas unos años, sólo se cuenta con descripciones fragmentadas del mismo.
En esta ceremonia se celebra la madurez de los frutos tanto de la selva como de las rozas y se bendicen o purifican, por medio del humo del tabaco, las semillas de maíz que se van a sembrar, como así también la primera cosecha obtenida de todos los productos cultivados.
En el ritual, que se lleva a cabo en el opy y del que participa toda la comunidad, se realiza también, por intermediación divina, la imposición del nombre a los niños que ya han comenzado a caminar.
Los cuatro elementos necesarios para realizar el Ñemongarai son el maíz, ya elaborado en las tortas de harina llamadas mbojape que pertenecen a las mujeres y los manojos de yerba mate, los frutos del guembe y la miel que representan a los hombres. Aquí puede verse claramente la miel asociada con los alimentos de origen vegetal.
Como he mencionado antes, la miel que se utiliza en la celebración debe provenir preferentemente de las abejas jate’i o mandori, ya que son consideradas ei ete, es decir, “mieles genuinas o verdaderas”; si no es posible encontrarla, los indígenas dicen que se puede usar de las especies ei ruchu y eira viju.
La miel de eirópa no se utiliza nunca en las ceremonias religiosas por considerarse no autóctona y porque se cree que esta abeja no fue creada por Ñande Ru Pa Pa sino por los blancos.
Consideraciones finales
La presente investigación surgió a partir de un interés por demostrar los conocimientos mbya de la naturaleza frente a los de una biología occidental, hegemónica, que los desconoce. En este recorrido, a lo largo de la investigación etnográfica y del análisis de los datos antropológicos, se han sacado a la luz los elementos centrales que permiten comprender la lógica mbya que subyace a sus saberes, y la forma en que éstos se conectan con las dinámicas y las prácticas sociales.
En el trabajo se recopiló información sobre un total de veintiséis especies de insectos himenópteros, veinte de éstos son abejas sin aguijón, dos son especies de abeja europea, dos abejas nativas con aguijón y el resto está conformado por avispas. Los mbya recolectan y aprovechan la miel y otros productos de los panales de veinticuatro de estas melíferas.
La provincia de Misiones constituye uno de los últimos bastiones de selva paranaense pero los factores que producen su desaparición, entre ellos el crecimiento de la población y la presión sobre los recursos, están aumentando en forma acelerada.
En el discurso mbya sobre la conservación de las masas boscosas y los reclamos por las tierras, está siempre presente la idea de libertad expresada en el deseo de vagar por el monte en busca de panales de miel, como si esta actividad estuviera ligada a la identidad étnica y a la autonomía necesaria para seguir manteniéndola.
Los indígenas tienen plena conciencia de los cambios ambientales que se produjeron en las últimas décadas en todas las regiones que constituían el territorio tradicional de la etnia.
Y su fino conocimiento del sistema selvático los lleva a afirmar que la reducción en las poblaciones de ciertas abejas y el avance de eirópa, la abeja europea, es un indicador de la alteración y degradación del monte.
En las conversaciones mantenidas en las comunidades donde llevé a cabo el trabajo de campo, los paisanos expusieron sus quejas acerca del uso indiscriminado de insecticidas y pesticidas en las plantaciones comerciales cercanas a sus asentamientos, que contaminan las aguas de los arroyos y exterminan a los insectos melíferos o vuelven tóxica la miel que producen.
De esta manera, la desaparición o escasez de ciertas especies a causa de la destrucción progresiva de los ecosistemas de la selva, impide la utilización de sus mieles en las celebraciones rituales y en la medicina tradicional, en las que actualmente están siendo suplantadas por los productos de eirópa, la abeja introducida por los blancos en la región.
En la investigación también se recopilaron varios relatos míticos y fragmentos de mitos que narran la creación de las especies de abejas y avispas que los protagonizan, su análisis permite obtener información sobre el rol de estas especies en la vida cotidiana de los indígenas, además de aportar valiosos datos sobre la cosmogonía de la etnia.
Por otro lado, debo mencionar que corrientemente, en el discurso de historiadores, políticos y religiosos de cultos diversos en la provincia de Misiones, los mbya son considerados “indios aculturados”, los últimos representantes de la orgullosa “raza guaraní” que viven sumidos en la pobreza y han perdido su cultura.
Sin embargo, a lo largo de esta investigación he vuelto a recoger información que se corresponde perfectamente con los datos recopilados por León Cadogan en sus trabajos con los mbya a mediados del siglo pasado.
Lo cual me permite afirmar que los conocimientos culturales persisten a pesar de los múltiples cambios que ha debido afrontar la etnia en las últimas décadas, básicamente con la devastación del medio ambiente que da sentido a su cosmovisión, el sistema de selva paranaense.

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