sábado 1º de setiembre de 2012
http://noticias.universia.net.co/ciencia-nn-tt/noticia/2012/08/31/962973/mejoraran-conservacion-transformacion-polen.html
Proceso
El investigador Durán cuenta que, en primer lugar, se realizó un diagnóstico de la actividad apícolacomo tal, es decir, cómo se produce la miel y el polen en Colombia actualmente. Luego, a través una visita técnica a varios apiarios, localizados en el departamento de Boyacá y un registro fotográfico detallado se detectaron los puntos críticos del proceso (tanto en la recolección como en el procesamiento para el beneficio del polen) que afectan la calidad e inocuidad del producto; entre otras falencias se encontraron aspectos relacionados con la limpieza de equipos y de las herramientas de recolección, el diseño de las trampas de recolección del polen y de las colmenas, la falta de capacitación de los apicultores y los materiales que se utilizan.
Así, lograron establecer acciones correctivas, de tal modo que se obtenga polen con unas características nutricionales de calidad óptima para su posterior transformación e incluirlo como un alimento de características funcionales.
http://noticias.universia.net.co/ciencia-nn-tt/noticia/2012/08/31/962973/mejoraran-conservacion-transformacion-polen.html
Mejorarán conservación y transformación del polen
31/08/2012
Investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos (ICTA) adelantan un plan para la construcción de estrategias en el desarrollo tecnológico e innovación en la cadena apícola colombiana.
Estrategias para la implementación de buenas prácticas en la cadena productiva de polen apícola en Colombia. Fotos: Unimedios.
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De acuerdo con Andrés Durán, ingeniero químico de la UN, la iniciativa busca establecer procesos de conservación y transformación del polen apícola para su posterior uso en alimentos con características funcionales.
Se busca trabajar desde la recolección del polen hasta su transformación en productos con características funcionales. “Estos productos apícolas como la miel, el propóleo y el polen,generalmente son consumidos frescos, sin ningún tipo de proceso. Por eso, la idea es implementar técnicas más elaboradas de conservación y transformación para darles un valor agregado a estos alimentos”, comenta.
Lo cierto es que, en el mediano plazo, el proyecto busca incluir el polen y la miel en la producción de barras y bebidas energéticas, dado que estos dos insumos tienen muy buenas características nutricionales. El polen, por ejemplo, se destaca por la posesión de antioxidantes, así como de metabolitos secundarios que sirven como una rica fuente de proteínas asimilables por el cuerpo humano, pero también, de ácidos grasos vitales para la alimentación.
Por su parte, la miel es un producto muy rico en carbohidratos con azúcares de alta capacidad energética, que podrían suplir necesidades de la población colombiana.
Para Martha Quicazán, profesora asociada del ICTA y directora del proyecto, se pretende establecer buenas prácticas, basadas en los estándares nacionales e internacionales para que el polen cumpla con los requerimientos de inocuidad. De este modo, se puede utilizar industrialmente, tal como se hace con otros productos como el trigo y el sorgo, por ejemplo.
Destaca, además, que su importancia radica en la protección de la biodiversidad colombiana, pues a diferencia de otras industrias, esta es la única que explota más beneficios.
“Entre más se extraiga miel se producen más abejas, más polinización, más conservación de especies nativas y más producción de semillas, entre otras. La cadena no se detiene y produce cada vez más”, asegura.
Es de anotar que esta industria se ha estudiado poco en el mundo, debido a que no hay áreas tan prolíficas en polen como en Colombia. “En efecto, merece ser estudiado porque la producción en el altiplano cundiboyacense (lugar de la investigación) es más o menos diez veces lo que se produce en otros países por colmena”, señala.
Según Durán, la actualidad del proyecto –en el que participan además los investigadores Claudia Salazar, Marta Consuelo Díaz y Carlos Zuluaga–, se encuentra en la fase de implementar el uso de las buenas prácticas en la cadena de producción; así como en investigar las características fisicoquímicas y funcionales del polen. En otras palabras, saber qué componentes y minerales posee, su composición proximal, proteínas, grasas y carbohidratos, para indicar con certeza cuál sería su aporte en la ingesta diaria.
“Si bien se está evaluando su inclusión en este tipo de alimentos, se han logrado buenos resultados, en términos de calidad microbiológica, lo que se traduce en el mejoramiento del polen. Con otras acciones correctivas a más largo plazo, se espera que el proceso optimice aun más para poderlo convertir a esos productos”, comenta.
Se busca trabajar desde la recolección del polen hasta su transformación en productos con características funcionales. “Estos productos apícolas como la miel, el propóleo y el polen,generalmente son consumidos frescos, sin ningún tipo de proceso. Por eso, la idea es implementar técnicas más elaboradas de conservación y transformación para darles un valor agregado a estos alimentos”, comenta.
Lo cierto es que, en el mediano plazo, el proyecto busca incluir el polen y la miel en la producción de barras y bebidas energéticas, dado que estos dos insumos tienen muy buenas características nutricionales. El polen, por ejemplo, se destaca por la posesión de antioxidantes, así como de metabolitos secundarios que sirven como una rica fuente de proteínas asimilables por el cuerpo humano, pero también, de ácidos grasos vitales para la alimentación.
Por su parte, la miel es un producto muy rico en carbohidratos con azúcares de alta capacidad energética, que podrían suplir necesidades de la población colombiana.
Para Martha Quicazán, profesora asociada del ICTA y directora del proyecto, se pretende establecer buenas prácticas, basadas en los estándares nacionales e internacionales para que el polen cumpla con los requerimientos de inocuidad. De este modo, se puede utilizar industrialmente, tal como se hace con otros productos como el trigo y el sorgo, por ejemplo.
Destaca, además, que su importancia radica en la protección de la biodiversidad colombiana, pues a diferencia de otras industrias, esta es la única que explota más beneficios.
“Entre más se extraiga miel se producen más abejas, más polinización, más conservación de especies nativas y más producción de semillas, entre otras. La cadena no se detiene y produce cada vez más”, asegura.
Es de anotar que esta industria se ha estudiado poco en el mundo, debido a que no hay áreas tan prolíficas en polen como en Colombia. “En efecto, merece ser estudiado porque la producción en el altiplano cundiboyacense (lugar de la investigación) es más o menos diez veces lo que se produce en otros países por colmena”, señala.
Según Durán, la actualidad del proyecto –en el que participan además los investigadores Claudia Salazar, Marta Consuelo Díaz y Carlos Zuluaga–, se encuentra en la fase de implementar el uso de las buenas prácticas en la cadena de producción; así como en investigar las características fisicoquímicas y funcionales del polen. En otras palabras, saber qué componentes y minerales posee, su composición proximal, proteínas, grasas y carbohidratos, para indicar con certeza cuál sería su aporte en la ingesta diaria.
“Si bien se está evaluando su inclusión en este tipo de alimentos, se han logrado buenos resultados, en términos de calidad microbiológica, lo que se traduce en el mejoramiento del polen. Con otras acciones correctivas a más largo plazo, se espera que el proceso optimice aun más para poderlo convertir a esos productos”, comenta.
Proceso
El investigador Durán cuenta que, en primer lugar, se realizó un diagnóstico de la actividad apícolacomo tal, es decir, cómo se produce la miel y el polen en Colombia actualmente. Luego, a través una visita técnica a varios apiarios, localizados en el departamento de Boyacá y un registro fotográfico detallado se detectaron los puntos críticos del proceso (tanto en la recolección como en el procesamiento para el beneficio del polen) que afectan la calidad e inocuidad del producto; entre otras falencias se encontraron aspectos relacionados con la limpieza de equipos y de las herramientas de recolección, el diseño de las trampas de recolección del polen y de las colmenas, la falta de capacitación de los apicultores y los materiales que se utilizan.
Así, lograron establecer acciones correctivas, de tal modo que se obtenga polen con unas características nutricionales de calidad óptima para su posterior transformación e incluirlo como un alimento de características funcionales.
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