martes 23 de octubre de 2012
http://mieladictos.wordpress.com/2012/03/06/el-abejero-del-parque-del-capricho-en-madrid-2%C2%B4/
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Link enviado por Laura Gurini
El “abejero” del Parque del Capricho en Madrid
El jardín romántico “El capricho de la Alameda de Osuna”, se encuentra en el distrito de Barajas (Madrid), ocupa 14 Hectáreas y surge por una iniciativa en 1784 de los Duques de Osuna de comprar un terreno apartado del centro de la ciudad para dar rienda a sus inquietudes artísticas y de esparcimiento. Su construcción duró más de medio siglo.
La duquesa de Osuna, doña María Josefa Pimentel (1752-1834), fue una de las mujeres más inteligentes de su época, además de protectora de artistas, toreros e intelectuales.
Goya pintó cuadros por encargo de los duques (un retrato de la duquesa y otro de la familia), que sirvieron para adornar las habitaciones del Palacio, situado en dicho parque.
Como en todo, a un periodo de apogeo en el jardín, le siguió uno de declive. Durante la ocupación francesa el Capricho pasó a manos de un general francés, para regresar después nuevamente a los Osuna. La familia Bauer, que adquirió el parque a los descendientes de los duques, fue vendiendo sus pertenencias. En la Guerra Civil se llenó de zanjas y refugios antiaéreos subterráneos, al ser la sede del ejército central republicano. Finalmente, el Ayuntamiento de Madrid lo adquiere en 1974. Recibió el Premio Europa Nostra en 2001 por su brillante restauración.
Contiene tres tipos de jardines clásicos, el francés, el inglés y el italiano. Entre otros, los “caprichos” del jardín consistieron en un fortín para el divertimento de niños y grandes, una ermita que contó con ermitaño, un pequeño embarcadero y muchas más sorpresas que se pueden descubrir durante una visita.
Centrándonos en nuestro tema preferido, nos fijaremos en otro capricho de este jardín, conocido como El abejero. Se trata de una construcción inédita que combinaba la suntuosidad otorgada por su ostentosa decoración interior, hoy ya desaparecida, con la originalidad proporcionada por su peculiaridad más destacable, consistente en poseer una serie de colmenas incorporadas a una de las fachadas. Pero lo más llamativo de este hecho era que, mientras las abejas entraban y salían de sus panales a través de unas trampillas metálicas situadas en el exterior, la actividad que tenía lugar dentro de los mismos podía ser cómodamente contemplada desde el interior del edificio a través de cristales que con tal finalidad cerraban las colmenas por el extremo opuesto. El ingenio se complementaba con el ajardinamiento que lo rodeaba, todo él a base de las plantas preferidas por las abejas para elaborar la apreciada miel que luego era debidamente recolectada.
Nos ha gustado mucho esta idea, especialmente pensando en la integración de las abejas en jardines, ya en el siglo XVIII y XIX. En otros países cercanos se sigue haciendo...¿por qué no retomar aquí estos proyectos?