jueves 26 de junio de 2014
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Brindan charla en Esquel sobre propiedades del veneno de las abejas
La Apitoxina es el veneno de las abejas que se usó desde la antigüedad para tratar dolores e inflamaciones de cualquier origen, pero sobre todo de huesos, y que podría constituirse en una producción alternativa para los apicultores de la zona.
En diálogo con EL CHUBUT, desde la organización Raúl Coopa anticipó que «el curso será el 26 de junio en el Melipal a partir de las 15 horas». Es una actividad dirigida a los apicultores, médicos, y público en general.
«La Apitoxina es uno de los 6 productos que produce la colmena pero normalmente los apicultores, no solo acá sino también a nivel nacional, producimos miel, entonces dependemos de una mono producción que está vinculada a las variaciones climáticas donde hay años muy buenos, años regulares y años malos», dijo Coppa, quien reconoció que «las variaciones climáticas hacen que haya variaciones en las producciones de miel y por lo tanto en los ingresos de los apicultores.
Una de las formas de salir de esta trampa de la mono producción es la diversificación, y en Esquel apuntamos a la producción de polen, de propoleo, y ahora tenemos la posibilidad de invitar a un experto en la producción de apitoxina. La apitoxina es el veneno de la abeja que se extrae y tiene usos farmacéuticos y cosmetológicos».
Bajo este marco «la ideas es primero informarnos sobre este producto porque no sabemos mucho y necesitamos la palabra de un experto que nos dé cuenta de cómo se extrae, los usos y la forma de comercialización». Se informó que el manejo de la Apitoxina no es para cualquiera, la complejidad del veneno de abejas, y la cantidad de elementos activos que contiene lo pueden hacer volver peligroso en manos no idóneas.
Por ello, tanto la indicación como la dosificación del veneno de abejas, quedará exclusivamente en manos del médico tratante. La apitoxina es antiinflamatoria, analgésica, vasomotora e inmunoactivante, principalmente. También tiene efecto hipotensor y antineoplásica. Por otro lado incrementa la acción fibrinolítica de la sangre; esto es disolver los pequeños obstáculos (trombos) que pueden formarse dentro de los vasos sanguíneos, taponándolos y produciendo infartos, por ejemplo.
LOS PRODUCTOS DE LA COLMENA
Seis son los productos que nos provee la colmena. Ellos son: Apitoxina (o veneno de abejas), Cera, Jalea Real, Miel, Polen y Propóleos, en orden alfabético. Todos ellos son conocidos por el hombre desde hace miles de años. La historia de ello es que el hombre conocía a las abejas y las usaba desde hace mucho. En la colmena cada uno de los elementos mencionados tiene funciones específicas: El veneno, que es solamente producido por las abejas más veteranas es una defensa. La cera es el ladrillo que conforma esa fantástica estructura que son los panales, donde se deposita la miel, el polen y se cumple la función de reproducir a fin de perpetuar la especie.
La cera es producida por las abejas jóvenes al igual que la jalea real, el asombroso alimento que marca la diferencia entre que una larva sea obrera o reina. La miel, el alimento energético al ciento por ciento, que la abeja pecoreadora extrae en forma de néctar de las flores, de algunas partes de las plantas o de ciertos insectos.
El polen, elemento fecundante masculino de las flores, alimento proteico por excelencia, fundamental para el desarrollo de las crías; y finalmente el propóleos que la abeja elabora a partir de resinas que extrae fundamentalmente de algunas plantas. El propóleos cumple funciones mecánicas, de amortiguar vibraciones, aislamiento térmico, etc. y de desinfección, tanto en las celdillas donde van a nacer las crías (que son esterilizadas con propóleos) como en todo el interior y entrada de la colmena. La Apitoxina, la Cera y la Jalea Real, son productos de secreción glandular de la abeja, teniendo variaciones de acuerdo al estado de la colmena, temperatura ambiente y alimento disponible. La miel, el polen y el propóleos son elaborados con elementos externos que la abeja modifica y enriquece.
Así, las abejas elaboran la miel a partir del néctar que obtienen de las flores, con un 80% de agua, lo enriquecen con enzimas y varios elementos más que le dan sus propiedades, a la vez que se lo deshidrata llevándolo hasta un 18 – 20% de agua. En el caso del polen, de granos microscópicos, la abeja lo obtiene de los elementos masculinos de las flores, los va adhiriendo y compactando con su saliva hasta hacer la clásica pelotita que luego transporta en sus patas traseras.
Luego lo descarga en la colmena y lo compacta en las celdillas cubriéndolo con miel si no hay cría para alimentar. Este es el llamado «pan de abejas»; mucho más rico que el polen floral en su composición original. El propóleos es extraído con un laborioso proceso en forma de resina de algunos árboles, y luego utilizado en la colmena todo el año.
En los análisis de este producto aparecen flavonoides y varios elementos más que no se encuentran en forma original en los vegetales. Ello habla a las claras de que es bien válida la teoría del doble origen: Una materia prima (externa) que sufre modificaciones y enriquecimiento por parte de las abejas (Interna). Cabe agregar que –en la naturaleza- esta alimentación y defensa ante enfermedades que posee la familia de las abejas es altamente eficiente. No presenta fallas, y así la abeja sobrevivió durante millones de años sin la participación en su vida del ser humano.
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