Nuestros reservorios de agua no dependen de los aguaceros torrenciales, sino que de las lluvias más paulatinas.
Un grupo de especialistas australianos realizaron recientemente un estudio, en el cual analizaron datos reales a nivel global, de precipitaciones y estado de los ríos, en lugar de basarse en simulaciones que modelan escenarios de climas futuros. Para tal fin contaron con los datos medidos de 43 mil observatorios meteorológicos y 5300 sitios de monitoreo de ríos en 160 países.
Si seguimos un razonamiento lineal y simple podríamos decir que, al tener precipitaciones más intensas las reservas de agua en el suelo aumentarían también, sin embargo esto no está pasando y aquí llega una gran paradoja del cambio climático. El equipo de investigadores también se ha sorprendido con las conclusiones que arrojó su análisis de datos. “Esperábamos que aumentara la lluvia, lo que no esperábamos es que, a pesar de toda la lluvia extra caída en todo el mundo, los grandes ríos se estén secando”, aseguraron al respecto.
Es un hecho que se registran tormentas cada vez más severas, con cantidades extremas de lluvia que superan el sistema de drenaje y generan inundaciones muy fuertes que ocasionan diferentes tipos de dificultades, pensando en la actividad apícola en el último tiempo se han dado grandes pérdidas de colmenas precisamente por este tipo de fenómenos. Sin embargo, nuestros reservorios de agua no dependen de este tipo de lluvias extremas, sino que se abastecen mucho mejor con las inundaciones de características moderadas, según relatan los especialistas.
Investigaciones previas muestran que frente a los eventos de lluvias extremas, si los suelos circundantes están húmedos antes de una tormenta, el 62% de la lluvia provoca inundaciones que son captadas por las cuencas. Mientras que cuando los suelos están secos solo el 13% de la lluvia produce inundaciones. Esto ocurre porque cuando los suelos estaban húmedos el flujo de agua se ve favorecido y el exceso de lluvia llega perfectamente hacia los ríos. En cambio, en la situación actual los suelos están más secos y eso los obliga a absorber más lluvia, el flujo disminuye.
En el análisis planteado aquí explican que, por cada 100 gotas de lluvia que caen en tierra, solo 36 gotas son ‘agua azul’ (así se le llama al agua de lluvia que logra ingresar a los lagos, ríos y acuíferos), esta es la que se encuentra disponible para ser extraída y abastecer las necesidades humanas. Las restantes 64 gotas de lluvia se retienen principalmente como humedad del suelo, que son conocidas como “agua verde” y utilizadas por el paisaje y el ecosistema. Como las temperaturas más cálidas hacen que se evapore más agua de los suelos, esos suelos secos están absorbiendo más lluvia, haciendo que la proporción de agua verde deba crecer a expensas de la azul, dejando menos agua disponible para uso humano.

Soluciones
Al momento de hablar de posibles soluciones, la más eficaz pero que llevará mucho tiempo, es aguardar a que los acuerdos internacionales para la reducción de las concentraciones de gases de efecto invernadero se materialicen y frenen el cambio climático. La otra opción es trabajar para adaptarnos al cambio. Por ejemplo, en las áreas urbanas donde las inundaciones son cada vez más comunes, crear formas de almacenaje o de desvío del agua de lluvia, ampliando las capacidades de almacenamiento de los reservorios de agua. Políticas que apoyen la iniciativa de inversión de capital económico y humano, para la creación de “ciudades verdes”, y reingeniería a escala masiva.