La fuerza de trabajo disminuye por la falta de obreras y en consecuencia la colmena se ve afectada considerablemente.
Las abejas reinas de las especies sin aguijón (meliponas) deben afrontar un importante dilema al reproducirse. Si se aparean con machos con los cuales eventualmente comparten la misma copia de un gen de determinación sexual, la mitad de su prole estará compuesta por machos en lugar de hembras. De este modo, la fuerza de trabajo de sus colonias disminuirá a la mitad, debido a que caerá el número de obreras.
Asimismo, los machos con material genético paterno y materno (diploides) generados en razón de esta elección desafortunada de la reina no hacen sino gastar los recursos que las obreras recolectan, y en general son estériles, lo que contribuye para disminuir las posibilidades de reproducción en la colonia.
Al respecto, un proyecto apoyado por la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de Sao Paula, Brasil, unido a investigadores de universidades de Brasil, Bélgica y Reino Unido indicaron que el surgimiento de machos diploides generados en ese tipo de apareamiento también induce a la muerte de reinas en colonias de abejas de la especie.



Una de las hipótesis para justificar este comportamiento indica que, al matar a las reinas que no cumplen con su rol de reponer proporcionalmente la población de obreras, nuevas reinas hijas de éstas pueden aparearse y hacerse con el control de la colonia. De lo contrario, el fin más probable sería la muerte de la misma. “Si se mata a la reina rápidamente, puede reemplazársela por una hija que tendrá la posibilidad de aparearse con un macho que no tenga el mismo alelo sexual”, expresaron al respecto los especialistas.
Cuando son aún muy jóvenes, las reinas se aparean por única vez en sus vidas y almacenan los espermatozoides en un órgano ubicado en su abdomen llamado espermateca, que funciona como una especie de banco de semen. Al fertilizar sus huevos con los espermatozoides almacenados en la espermateca, generan hembras diploides, con dos copias de cada gen (el materno y el paterno) en sus células.
Cuando quieren producir machos, las abejas reinas cierran un canal de la espermateca para impedir que los huevos sean fertilizados. El resultado de ello son machos haploides, con una sola copia del gen materno. “Los insectos del orden Hymenoptera se diferencian de otros insectos y de los humanos con relación a la determinación del sexo porque los machos no tienen padre. Son fruto de huevos no fertilizados”, destacaron los investigadores.
Con todo, este mecanismo de elección del sexo de la prole que poseen las abejas reinas puede fallar. A causa de un infortunio, las reinas pueden aparearse con un macho que hace que sus crías sean machos diploides en lugar de hembras. Sucede que la determinación del sexo en insectos del orden Hymenoptera es controlada en general por un solo gen llamado CSD (sigla en inglés de complementary sex determination), que depende de otro alelo (copia) para actuar de manera complementaria.  Cuando este gen está solo, da origen a un macho. En tanto, cuando se encuentra presente por partida doble en un individuo diploide y sus alelos son diferentes, da origen a una hembra, y si se encuentra presente por partida doble y sus copias son iguales, el gen CSD da origen a un macho diploide en lugar de a una hembra.
Con el fin de reparar el problema generado por la elección de una pareja con el mismo alelo sexual para aparearse, las obreras de las abejas melíferas por ejemplo, son capaces de detectar y matar a las larvas de los machos diploides en sus estadios iniciales de desarrollo, con el objetivo de economizar recursos y el tiempo que les dedicarían sin ningún rédito para la colonia.
En el caso de las abejas sin aguijón, existían pocas evidencias de que podrían exhibir este comportamiento en razón de que no tienen acceso directo a las crías para eliminar a los machos diploides inmaduros. Sucede que las celdas en donde las larvas se desarrollan quedan selladas una vez que quedan allí depositados los huevos, con todos los recursos que las larvas necesitan para desarrollarse.
Con el objetivo de analizar la hipótesis de que las abejas sin aguijón también pueden contar con mecanismos de reparación de las consecuencias de la producción de machos diploides, los investigadores realizaron un experimento en el cual retiraron a las reinas de colonias de la especie mandaguari en donde machos diploides se aprestaban a emerger y las reemplazaron por reinas “sanas”, que no originaban prole con esa característica.
Los análisis del experimento indicaron que todas las reinas “sanas” introducidas en las colonias en las cuales estaban naciendo machos diploides murieron al cabo de entre 10 y 20 días. En tanto, las reinas que fueron introducidas en 20 colonias de control, donde no surgían machos diploides, no se murieron.
Como esas reinas ‘sanas’ no fueron las responsables de la producción de los machos diploides que emergieron en las colonias, la conclusión a la que arribamos es que el factor determinante de la muerte de las mismas fue la emergencia de los machos diploides, sostuvieron los expertos del tema.
Con base en esta constatación, los investigadores plantearon la hipótesis de que el perfil de hidrocarburos cuticulares de los machos diploides podría ser utilizado de algún modo como una señal química para determinar la muerte de la reina.
Para dotar de asidero a esta hipótesis, los científicos compararon el perfil químico de este tipo de compuestos -hallados sobre la última capa del revestimiento externo (cutícula) que recubre el cuerpo de los insectos sociales y que funcionan como una firma química de cada individuo perteneciente a una colonia- de machos diploides con el de machos haploides con cero, cinco y diez días de edad.
Los resultados de los análisis, realizados mediante el empleo de técnicas de cromatografía gaseosa acoplada con espectrometría de masas, indicaron que el perfil de hidrocarburos cuticulares de los machos diploides se diferencia significativamente del de los machos haploides a medida que se vuelven más viejos. Y que esto ocurre aproximadamente a los 10 días de edad, justo cuando las reinas empezaron a morirse.