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Apuntar a otros rubros para la miel
La apicultura nacional siempre se centró, salvo casos puntuales, en la producción y comercialización de miel a granel. Sin embargo hoy, la diversificación productiva y el agregado de valor parecen ser los caminos para seguir; en la medida en que se sostenga la difícil situación por la que está atravesando el sector.
La mono-producción de miel representa el principal ingreso para los apicultores argentinos. Al menos, así fue casi siempre. Pero diferentes circunstancias llevaron al apicultor argentino a una encrucijada productiva de la que muchos podrán salir. Ya se ven colmenas abandonadas (como ocurrió en la década del ‘90. Esta situación se traduce en problemas sanitarios severos en un futuro próximo y en el aspecto comercial, la sustentabilidad del sistema productivo y la rentabilidad del apicultor tradicional, se ven muy afectados.
GIRANDO. Toda esta cuestión está haciendo que el apicultor piense en alternativas de aprovechamiento de otros productos de la colmena como polen, propóleo, cera, jalea real y apitoxina; los cuales tienen un alto potencial para la elaboración de productos cosméticos, nutricionales y farmacéuticos. También el material vivo certificado (INTA-PROAPI), es una alternativa comercial adicional. Por otro lado, el fraccionamiento y la elaboración de bebidas artesanales como el hidromiel, reaparecen como una opción de valor agregado importante. Está claro que en todo momento debería trabajarse en alternativas productivas. Lo malo es tener que hacerlo por necesidad y no por decisión empresarial para llegar a mayor cantidad de público.
ESTRATEGIAS. Argentina está muy bien posicionada en lo que respecta a la calidad de su miel, en el mercado mundial. Hace años que el producto madre de la actividad apícola logró una posición importante en el mercado como país productor y exportador de miel a granel. Se considera un commoditie y se produce -en su mayor parte- en la Pampa húmeda. No obstante, la preponderancia de un solo producto no favoreció el aprovechamiento de otros tipos de mieles, ni tampoco de otros bienes que se pueden obtener de las colmenas en las diferentes regiones del país, como consecuencia de los diversos ambientes agroecológicos disponibles (polen, jalea real
y demás) y que hasta el presente casi no se aprovechan. Es hora de dar una vuelta de tuerca e intentar, aunque sea impulsados por las circunstancias, añadir valor agregado a esos productos aplicando estrategias que preserven su identidad (diferenciación por composición y actividad biológica o producción bajo protocolo) o bien transformados e incorporados como ingredientes en formulaciones que aprovechen sus características físico-químicas y su actividad biológica.
SUMANDO VENTAJAS. Desarrollando subproductos de la colmena, se agrega valor y se suman ventajas. Por ejemplo, aumenta el consumo de miel y otros productos elaborados por las abejas. Mejoran los ingresos de los apicultores que poseen pocas colmenas, situación bastante común en muchas zonas del país, puesto que cada vez hay más apicultores con emprendimientos más pequeños. La mayoría de los bienes elaborados a partir de subproductos de la colmena son manufacturados de manera artesanal, a pequeña escala, lo que puede generar trabajo en un sector de la sociedad que no está insertado en el mercado laboral formal. Y contribuyen a cerrar el ciclo productivo desde la obtención de la materia prima hasta el producto terminado destinado al consumidor. Ya sea que se trate de artículos de cosmética, terapias alternativas, productos gastronómicos y otros.
En otro orden, la comercialización directa permite fortalecer el vínculo entre el apicultor y el comprador, brindar información acerca de las propiedades de los productos de la colmena, su conservación y uso. Además contribuye a valorar la importancia de la apicultura y los beneficios que brinda al ambiente. Y, como si todo esto fuera poco, la venta directa favorece los vínculos personales convirtiéndose en una herramienta social y cultural.
COSMÉTICA AL FRENTE. Es muy frecuente que grupos de apicultores asociaciones, cooperativas y otras razones sociales se agrupen y saquen al mercado productos con marca propia. Entre ellos: miel fluida, miel cremogenada, saborizada, con frutos secos, propóleos transformados en tinturas, pastillas, cremas y jabones; como así también diferentes artículos de cosmética: cera depilatoria, labiales, productos para el cabello, cremas corporales y muchos otros, con el agregado, no sólo de propóleo, sino también con jalea real, polen y miel. Los cuales, tienen en el mercado precios diferenciados.
EXPERIENCIA. En la ciudad chubutense de Esquel se está apostando a la diversificación, partiendo de los productos de la colmena como materia prima de alta calidad. Los procesos de elaboración son meticulosos y detallados, ya que los productos que llegan al consumidor deben reunir determinadas condiciones y ser siempre iguales. La experiencia se realiza a través de apicultores asociados en cooperativas y ya están trabajando en la adecuación de parte de la sala comunitaria de extracción de miel, para el procesamiento del propóleos y la elaboración de productos a partir del mismo, como tinturas, caramelos y pastillas. En la zona se trabaja permanentemente en el agregado de valor a los productos de la colmena y ya se obtuvieron productos relacionados con lo nutricional y la cosmética natural. Esta iniciativa abre las puertas a nuevos mercados y capta consumidores potenciales interesados en otro tipo de productos más saludables, nutritivos y amigables con el medio ambiente.
Por Mariel Tibau Martínez para Super CAMPO
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