miércoles, 2 de noviembre de 2022

Las manos del apicultor

  miércoles 2 de noviembre de 2022

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LAS MANOS DEL APICULTOR
¿Has mirado alguna vez las manos de un apicultor? Agrietadas, marcadas por el tiempo, las manos del apicultor son como libros abiertos, tienes que saber leerlas, cual gitana mirando el futuro, en ellas veras el pasado, su historia, su vida, podrás leer anécdotas vividas, que te hablaran de días gloriosos en épocas de antaño.
Son manos que se elevan al cielo dando gracias, las mismas que han frenado su cuerpo ante la caída de un fracaso, manos que se esfuerzan para levantarse sin dejar huella del golpazo , aquellas, que han dado fuerte apretones que forjaron amistades de hermanos , otras que aun estrechando manos han dejaron sinsabores y engaños, algunas veces atrevidas han esquivado un saludos o lo han disimula , son manos que han aplaudido en el triunfo de la buena cosecha y ocultado el rostro para frenar las lágrimas del fracaso.
Manos que apasionadamente han acariciado el cuerpo del ser amado y despedido temblorosa a la ingrata que se ha marchado, arrullan y acarician la piel del hijo amado, como los capullos de soberanas que ha criado.
¿Has mirado las manos de un apicultor? ellas te expresarán con ansias y pasión, su trabajo, manos que manejan la pinza y el ahumador cual si fuera una danza en el apiario, manos bendecidas impregnadas con la más dulce creación que dios ha entregado, la dulce miel que suaviza las heridas que el tiempo ha dejado, y endulza de por vida a quien se ha deleitado con su dulce aroma de néctar, que esmeradamente será cosechado.
Si las miras bien te marcaran la época del año, en invierno apelaran y juntas suplican a dios por una mano, en primavera acariciaran las flores, mezcladas con feromonas que traen más vida a su apiario y levantaran una copa para brindan por lo logrado ,en otoño estarán sucias de dulzura con los restos que la temporada ha dejado , otras veces apretando el puño de impotencia al ver su arduo trabajo fracasado .
Ellas tienen cómplices en los lugares desolados, un ahumador viejo que siempre lo ha acompañado y una pinza sin resorte que busca sin descanso los cuadros blanqueados.
Manos inquietas que atesoro, manos de mi apicultor amado.
Autor: Isabel Cuevas Castros

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