miércoles 3 de agosto de 2011
http://www.guadalteba.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1377%3Alas-cuevas-malaguenas-se-exploraron-con-lamparas-cargadas-con-cera-de-abeja&catid=36%3Ageneral&Itemid=395&lang=es
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Las cuevas malagueñas se exploraron con lámparas cargadas con cera de abeja
Los primeros humanos que fueron capaces de internarse en las grandes cuevas malagueñas (como la de Ardales, o las situadas en el Cantal de Rincón de la Victoria) portaban lámparas que consumían cera de abeja y no grasa animal, como se creía hasta ahora. Una investigación experimental confirma su eficacia en la exploración subterránea y sitúa a las cavidades paleolíticas malagueñas entre las primeras que fueron recorridas en Europa. Los resultados de estos análisis experimentales serán expuestos el día 10 de agosto en Cantabria (Puente Viesgo), dentro del marco de divulgación científica del XXI Ciclo de Conferencias sobre Prehistoria, organizadas por la Sociedad Prehistórica de Cantabria.
Los análisis experimentales, llevados a cabo por los investigadores de la Red Patrimonio Guadalteba Pedro Cantalejo y María del Mar Espejo en las cuevas de Ardales y Tesoro (en el Cantal de Rincón de la Victoria) confirman la eficacia del combustible sólido para la exploración espeleológica de las cavidades subterráneas y refuerza la propuesta científica del uso de la cera de abeja, muy por delante de la grasa animal, ya que los combustibles grasos son muy inestables y se derraman a lo largo de la difícil progresión en los ambientes subterráneos de las grandes cuevas malagueñas, poniendo en peligro a las personas que pudiesen formar parte de las exploraciones.
En las conferencias de Cantabria se tratará, por parte de los investigadores malagueños, de cómo y cuándo se realizó el primer arte humano en las cuevas de Ardales y Cantal, aquél que está vinculado con la llegada al Sur de la Península Ibérica del Homo Sapiens y de cómo ellos, a diferencia de los Neandertales, se atrevieron a explorar las cavidades oscuras, gracias, precisamente, al empleo de un combustible mucho más adecuado que la leña o la grasa, que se han demostrado menos eficientes en los ambientes húmedos y totalmente oscuros. El empleo de la cera, fácil de transportar para recargar y sin problemas con el mantenimiento de la horizontalidad de sus lámparas, se realizaba apretando las colmenillas junto con la mecha en la lámpara, que podía ser rocas en forma de cuenco, conchas marinas o piedras planas a modo de palmatorias. Esta técnica facilitó el uso de las cuevas como contenedores permanentes de la primera cultura humana, a través del arte rupestre.
El investigador Pedro Cantalejo afirma que “tras los estudios realizados sobre el arte rupestre paleolítico de la cueva de Ardales, que pudimos corroborar también en las de Rincón de la Victoria, teníamos interés en conocer cómo se hicieron las necesarias exploraciones para realizar o visitar este arte en el interior oscuro de las grandes cuevas, porque su situación, en zonas de difícil progresión, necesitaba de una iluminación segura y cuando probábamos con lámparas de grasa no funcionaban y nos ponían en peligro porque se apagaban al más mínimo desnivel del recipiente”. La antigüedad comprobada del arte rupestre malagueño estuvo en relación con el avance de los métodos espeleológicos y, muy probablemente, con el aprovechamiento del recurso natural de la cera como fuente de iluminación (la castración de enjambres de abejas, por tanto, facilitaba a las sociedades cazadoras y recolectoras del Paleolítico, la miel como alimento y la cera como combustible).
Respecto a la mecha, se ha comprobado la eficiencia de las liadas con pelo de animal (lana) y fibra vegetal (musgo, ramitas de enebros u hojas de “matagallos”). La duración de la iluminación con este tipo de lámparas, también se ha probado: una cantidad aproximada de 20 gramos, lo que equivale a un trozo de panal de 10 x 10 cm, con una mecha de 7 cm, hecha de vellón liado e impregnado en la misma cera, dura una hora aproximadamente. La recarga, tanto de nueva cera o de una nueva mecha, se realiza sin complicaciones de transporte.
Según Cantalejo, “tres personas, portando este tipo de iluminación, pueden adentrarse en cualquiera de nuestras cuevas, apoyándose unos a otros en la progresión, como ocurre hoy en día en la actividad deportiva de la espeleología”.
Málaga conserva la principal concentración de cuevas paleolíticas del Mediterráneo, con nueve yacimientos repartidos por su geografía: en las sierra que encajonan los valles interiores se sitúan las cuevas de La Pileta y Gato en Benaoján (río Guadiaro) y la cueva de Ardales (río Turón). En los rebordes montañosos del litoral malagueño se encuentran la cueva de Pecho Redondo en Marbella, la del Calamorro en Benalmádena, la de Navarro en La Araña/Málaga, las de la Victoria y El Tesoro en el Cantal de Rincón de la Victoria y la de Nerja.
Hace un año, la cueva de Ardales fue incluida en el Itinerario Cultural Europeo Caminos del Arte Rupestre, como reconocimiento a la gestión conservacionista de un yacimiento de Arte Paleolítico de modo sostenible y respetuoso, posibilitando que la ciudadanía pueda contemplar, directamente, el primer arte humano haciéndoles copartícipes de su conservación. Actualmente, esta cueva es uno de los principales exponentes de la Red Patrimonio Guadalteba.
Los análisis experimentales, llevados a cabo por los investigadores de la Red Patrimonio Guadalteba Pedro Cantalejo y María del Mar Espejo en las cuevas de Ardales y Tesoro (en el Cantal de Rincón de la Victoria) confirman la eficacia del combustible sólido para la exploración espeleológica de las cavidades subterráneas y refuerza la propuesta científica del uso de la cera de abeja, muy por delante de la grasa animal, ya que los combustibles grasos son muy inestables y se derraman a lo largo de la difícil progresión en los ambientes subterráneos de las grandes cuevas malagueñas, poniendo en peligro a las personas que pudiesen formar parte de las exploraciones.
En las conferencias de Cantabria se tratará, por parte de los investigadores malagueños, de cómo y cuándo se realizó el primer arte humano en las cuevas de Ardales y Cantal, aquél que está vinculado con la llegada al Sur de la Península Ibérica del Homo Sapiens y de cómo ellos, a diferencia de los Neandertales, se atrevieron a explorar las cavidades oscuras, gracias, precisamente, al empleo de un combustible mucho más adecuado que la leña o la grasa, que se han demostrado menos eficientes en los ambientes húmedos y totalmente oscuros. El empleo de la cera, fácil de transportar para recargar y sin problemas con el mantenimiento de la horizontalidad de sus lámparas, se realizaba apretando las colmenillas junto con la mecha en la lámpara, que podía ser rocas en forma de cuenco, conchas marinas o piedras planas a modo de palmatorias. Esta técnica facilitó el uso de las cuevas como contenedores permanentes de la primera cultura humana, a través del arte rupestre.
El investigador Pedro Cantalejo afirma que “tras los estudios realizados sobre el arte rupestre paleolítico de la cueva de Ardales, que pudimos corroborar también en las de Rincón de la Victoria, teníamos interés en conocer cómo se hicieron las necesarias exploraciones para realizar o visitar este arte en el interior oscuro de las grandes cuevas, porque su situación, en zonas de difícil progresión, necesitaba de una iluminación segura y cuando probábamos con lámparas de grasa no funcionaban y nos ponían en peligro porque se apagaban al más mínimo desnivel del recipiente”. La antigüedad comprobada del arte rupestre malagueño estuvo en relación con el avance de los métodos espeleológicos y, muy probablemente, con el aprovechamiento del recurso natural de la cera como fuente de iluminación (la castración de enjambres de abejas, por tanto, facilitaba a las sociedades cazadoras y recolectoras del Paleolítico, la miel como alimento y la cera como combustible).
Respecto a la mecha, se ha comprobado la eficiencia de las liadas con pelo de animal (lana) y fibra vegetal (musgo, ramitas de enebros u hojas de “matagallos”). La duración de la iluminación con este tipo de lámparas, también se ha probado: una cantidad aproximada de 20 gramos, lo que equivale a un trozo de panal de 10 x 10 cm, con una mecha de 7 cm, hecha de vellón liado e impregnado en la misma cera, dura una hora aproximadamente. La recarga, tanto de nueva cera o de una nueva mecha, se realiza sin complicaciones de transporte.
Según Cantalejo, “tres personas, portando este tipo de iluminación, pueden adentrarse en cualquiera de nuestras cuevas, apoyándose unos a otros en la progresión, como ocurre hoy en día en la actividad deportiva de la espeleología”.
Málaga conserva la principal concentración de cuevas paleolíticas del Mediterráneo, con nueve yacimientos repartidos por su geografía: en las sierra que encajonan los valles interiores se sitúan las cuevas de La Pileta y Gato en Benaoján (río Guadiaro) y la cueva de Ardales (río Turón). En los rebordes montañosos del litoral malagueño se encuentran la cueva de Pecho Redondo en Marbella, la del Calamorro en Benalmádena, la de Navarro en La Araña/Málaga, las de la Victoria y El Tesoro en el Cantal de Rincón de la Victoria y la de Nerja.
Hace un año, la cueva de Ardales fue incluida en el Itinerario Cultural Europeo Caminos del Arte Rupestre, como reconocimiento a la gestión conservacionista de un yacimiento de Arte Paleolítico de modo sostenible y respetuoso, posibilitando que la ciudadanía pueda contemplar, directamente, el primer arte humano haciéndoles copartícipes de su conservación. Actualmente, esta cueva es uno de los principales exponentes de la Red Patrimonio Guadalteba.
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